En un rutinario y largo vuelo de Buenos Aires a Roma, conocí por primera vez el jugo de “l’arancia rossa” o la naranja roja. Buscando algo para tomar que no sea alcohólico, que no tenga gas, que no sea agua tibia (¿Por que no le ponen hielo a las bebidas en el avión?) y que convenza a mi estomago de que lo que tomábamos era una colación y no un almuerzo a las once de la mañana, divise en el carrito de las bebidas un liquido rojo intenso parecido al jugo de frambuesa. En la primera pasada de ofrecimiento de bebidas, evite pedirla (me tome el agua tibia). No hay nada que me guste menos que los jugos rojos o rosados, ya que no se por que me parecen artificiales. Me hacen acordar a la Novalgina que me daban de chiquita. Los rechazo con solo mirarlos, y este caso no fue la excepción.
Sin embargo me asombró que más de la mitad de los pasajeros la pedían encantados y tomaban varios vasos. “Oh, l’arancia rossa!!” se animaban a exclamar algunos…
Luego investigué que se trata de una variedad de naranja que tiene su pulpa de color rojo oscuro. El grado de esta coloración depende principalmente de fuertes cambios de temperatura entre día y noche. Según la variedad, es de tamaño levemente menor que las naranjas tradicionales que conocemos en la zona del litoral de la Argentina, mientras que su cáscara es algo más dura y más difícil de pelar, pero a menudo de igual textura y color, pudiendo ocasionalmente ser algo más lisa y parcialmente rojiza. El distintivo color rojo oscuro de su carne se debe a la presencia de antocianinas, una familia de pigmentos con propiedades antioxidantes común en muchas flores y frutas, pero infrecuente en los cítricos.